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Los Roaring 20s pueden conjurar imágenes cosmopolitas de flappers, speakeasies, art deco y jazz, pero la década de 1920 también fue un período de cambios significativos en la política migratoria de Estados Unidos que tendrían repercusiones durante décadas.
El Ley de Inmigración de 1924 (también conocida como la Ley Johnson-Reed) estableció un estricto sistema de cuotas que limitaba la inmigración para cada nacionalidad al dos por ciento del número total de personas de esa nacionalidad registrada en el Censo de Estados Unidos de 1890 (pero excluyendo a los inmigrantes de Asia). El acto reemplazó a un sistema de cuotas anterior, más generoso, que admitía el tres por ciento de la población de cada nacionalidad en el censo de 1910. La cuota de la ley de 1924 se basaba en los orígenes nacionales de toda la población estadounidense, no solo de aquellos que nacieron en el extranjero, lo que arrojó una cuota mucho mayor para los inmigrantes de las Islas Británicas y Europa Occidental. Si bien la cuota en vigencia desde 1921 había limitado la inmigración a 350,000, la Ley Johnson-Reed redujo el límite a solo 165,000
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El acto de 1924 significó que incluso los asiáticos previamente autorizados a inmigrar, como los japoneses, ya no podían hacerlo. No colocaba cuotas a los latinoamericanos. 1924 también fue el año en que se estableció la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos.
El fortalecimiento de las cuotas tuvo un efecto escalofriante en la inmigración: en 1920 la población nacida en el extranjero de Estados Unidos se ubicaba en 13.2 por ciento. Una década después había bajado a 11.6 por ciento. Se encogió cada década hasta 1970, cuando tocó fondo en apenas 4.7 por ciento. El sistema de cuotas se mantuvo vigente hasta el paso de la Ley de Inmigración y Nacionalidad de 1965.
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